Carlota y Sara, enamorarse de una mujer en los años 20 en España
Las Chicas del Cable se estrenó a nivel mundial en Netflix (@netflix) el pasado 28 de abril. Más de 81 millones de suscriptores tuvieron a su alcance la primera serie original de Netflix producida por España. La compañía telefónica líder en el país, cuatro telefonistas y varias tramas paralelas construyen la serie. Vale, eso y algo que nos interesa más sobre todas las cosas: un romance lésbico.
Por: Samara Martinez
Periodista y escritora| www.goyaredsummer.com
No nos cabe la menor duda, los años 20 tuvieron que ser tremendamente duros para la comunidad LGBT+. De hecho, el artículo 616 contemplaba las relaciones homosexuales como delito. Una multa entre 1.000 y 10.000 pesetas que solo los más pudientes podían permitirse. Al margen de la multa, quedabas totalmente suspendido para ocupar algún cargo público presente o futuro. Delitos deshonestos, lo llamaban. Y es que una chica como Dios manda, no hace esas cosas.
Eso no ha impedido a Sara Millán, interpretada por Ana Polvorosa (@lapolvorrosa), y Carlota Rodriguez de Senillosa, por Ana Fernandez (@anafdz1989) den rienda suelta a la pasión. Estas dos mujeres, totalmente opuestas, llegan a dos puntos de conexión: la lucha feminista y la atracción mutua. Si bien es cierto que la segunda no tiene que ver con la primera, Netflix ha sabido reflejar una de las luchas más importantes para lograr el empoderamiento de la mujer: la libertad sexual. Rizaron el rizo introduciendo el tema de la bisexualidad en Las Chicas del Cable, pero es que la plataforma ha abogado en numerosas ocasiones en hacer visible y normalizar los romances lésbicos. Sense8 y You Me Her son prueba de ello. Por eso nos gusta tanto Netflix.
Los guionistas analizaron cuáles eran las dificultades de la época para las mujeres, y esta era una de ellas. Machismo y apariencias. Si adentrarse en la lucha por los derechos LGBT+ era un suicidio social, siendo mujer era una auténtica tortura. Ellas para ellos; para uno en concreto, porque si no eras una cualquiera, y nada más. Ellos tenían derecho a todo y la mujer a todo lo que le diesen permiso. ¿Ir a sacar dinero al banco? Con permiso de tu marido, claro.. ¿Votar? Bueno, votar ni sin permiso ni con él.
Pero Sara y Carlota, a parte de auto denominarse como sufragistas, representan a esas mujeres que abrieron camino para que hoy puedas estar leyendo esto, por ejemplo. (Un guiño precioso a nuestra lucha. Gracias, Netflix). Los besos entre ambas son robados, a escondidas, enmascarados de pudor, avergonzados, curiosos y furtivos. Se palpa en cada escena la tensión, contenida por un pensamiento retrógado (actual y a la orden del día en aquella época, y más extendido de lo que nos gustaría en la nuestra). Cualquier momento de opresión que se pueda vivir ahora, es digno del siglo pasado, y esta serie lo demuestra.