Todas hemos tenido una primera vez para algo: el día que te quitaron los ruedines de la bici y tenías miedo a caerte, el día que te metiste en la piscina en la que no hacías pie y te mantuviste a flote, la primera vez que expusiste algo en público, la primera vez que decidiste hacerte la raya del ojo y pareciste un oso panda… Todo ha ido mejorando con el tiempo y ahora te resulta lo más natural del mundo, pero claro, al fin y al cabo para todo lo nombrado tenías referentes. Para nosotras: dudas en la primera relación lésbica.
No se nos enseña a ser lesbiana igual que no se nos enseña a ser heterosexuales, salvo que a lo segundo estamos acostumbradas porque viene de serie. Aunque cada vez es más común vernos en series o películas, probablemente cuando nos tocó vivir la primera cita con una mujer, estábamos que no sabíamos ni por dónde nos daba el aire.
Nos bombardean desde pequeñas a ceder al amor romántico, idílico y algo -a veces bastante- sumiso cuando un hombre es el que nos enamora, pero, ¿qué pasa cuando es una mujer? Gracias a que las mujeres nos vamos empoderando poco a poco, nuestras amigas heterosexuales ya no se rigen por el cliché, pero repito: poco a poco; esto va lento. Tanto que después de una vida guiada por estos cánones, sales del armario y te encuentras más perdida que un pulpo en un garaje.
Incluso en el colegio, tras años y años de dar biología y aprender de la manera más científica cómo se reproducen los humanos, tu idea del sexo es esa: el mete-saca heterosexual de toda la vida. De hecho, esta idea retumba tanto en las cabezas de las lesbianas de toda la vida como en las nuevas lesbianas o bisexuales (sí, esas que después de identificarse como heterosexuales, se dan cuenta de que no). Si nunca has estado con nadie y es tu primera vez con una mujer, el miedo y el nerviosismo es normal. Si ya te has acostado con hombres y de repente aparece la mujer que ha logrado conquistarte, ¡MEH! Te vas a encontrar en las mismas.
“¿Lo estaré haciendo bien?” “¿Y si no le gusta?” “¿Será igual que lo que vi en aquella película?” Dudas. Miedo. Bloqueo.
La educación sexual, por ello, debe ser inclusiva. La prevención ante las ETS (Enfermedades de Trasmisión Sexual) entre mujeres, por ejemplo, no es regulada (o no suele serlo) en la mayoría de las charlas sobre sexualidad que se imparten. Desde luego, un tema más que importante.
Parece muy sencillo decir que los miedos y las dudas se quitan dejándose llevar, pero es que, realmente, no hay otra fórmula. Todo ser humano con deseo sexual va a tener que pasar por este proceso. Desde Magles esperamos que las referencias a parejas lésbicas y a relaciones, se haga más común cada día para que las neonatas estén más tranquilas. ¡Chicas, paciencia! Lo estáis haciendo francamente bien.