La rapera sueca, Silvana Imam, nació en la Lituania de la URSS en 1986. De madre lituana y padre sirio, al activista e icono de la comunidad queer en Suecia, se denomina lesbiana, feminista y antirracista. Lo hace saber en cada una de sus canciones con mensajes dogmáticos donde su lucha anti opresión queda latente en sus letras voraces. Ha adaptado el discurso de Judith Butler en algunas de sus canciones, donde rompe el binarismo y lucha a favor del compromiso social.
Ahora Filmin estrena su documental, una pieza, homónima a la artista, que intenta reflejar el arco entre sus primeros años de carrera hasta convertirse en el icono que es hoy en día es los países escandinavos. Está dirigido por dirigido por Mika Gustafson, Olivia Kastebring y Christina Tsiobanelis y cuenta con escenas muy potentes de la vida profesional y personal de la cantante así como metáforas visuales que apelan al espectador. Cruda, muy sincera. Así es la pieza.
Entre la trama del documental “Silvana”, encontramos la relación entre ella y la cantante indie sueca, Beatrice Eli. “Gracias a Dios que soy homo”, reza la rapera en una de sus canciones. Y es que Silvana empodera la lucha de la diversidad desde dentro y ritmo del beat. Junto con Beatrice, forma una de las parejas más seguidas del colectivo LGBT+ de suecia. Han aparecido juntas en sus redes, en varias publicaciones y hasta en conciertos. El documental es otra muestra de normalización de las parejas del mismo sexo.
Sin lugar a dudas la música es una potente herramienta, un canal lo suficientemente sólido y consolidado en nuestra sociedad como para brindar a activistas como Silvana Imam la oportunidad de luchar por un mundo más inclusivo. Cuando la cultura y el compromiso social van de la mano, se abre más el resquicio donde vislumbrar la esperanza.