Parece un sinsentido, lo es, diría. La verdadera razón para ser lesbiana y homófoba es la educación recibida, es decir, que la discriminación -no solo hacia los homosexuales- es totalmente educacional, mientras que la orientación sexual viene dada. Por ello no es nada raro ser consciente de tu orientación sexual y que por presión social decidas erradicarla a base de abrazar una ideología excluyente. Pero esa solo sería la cara visible de todo esto. La invisible, me atrevería a decir, puede ser incluso más grave.
Imagina ser lesbiana (o bisexual) y saberlo, aceptarlo incluso, pero vivir con el constante pensamiento de que tú, como las que son como tú, se deben esconder tras de un halo normativo donde no entra, ni de lejos, comportarse tan y como un heterosexual lo haría. Queda claro que hay parte de los homosexuales que nunca llegan a aceptarse a sí mismos; dejando eso a parte, el verdadero peligro es de quien frena los pasos agigantados que el colectivo camina a diario con un pensamiento tan arcaico.
Nadie espera que alguien que no acepta la homosexualidad aplauda -ya ni eso, sino que tolere- un gesto de amor entre dos mujeres en plena calle. NADIE. Pero, ¿qué podemos esperar de una persona que esconde, reniega, oculta o disfraza? ¿Acaso no es darle la razón a los homófobos confesados? ¿No es resignarse a vivir con menos derechos y privilegios solo porque no eres capaz de ver que es algo tan normal y natural como la heterosexualidad.
Es un debate crudo e intenso que deja muchas preguntas en el aire con unas respuestas tan dispares como personas hay en el mundo. En Magles nos esforzamos cada día porque la visibilidad se extienda más allá de toda frontera política, social y cultural para que nadie más tenga que esconderse nunca.