Como la mayoría de lectoras, he tenido que intercambiar palabras con algún homófobo a lo largo de mi vida. Primero lo hacía por curiosidad, por entender por qué se puede pensar así. Luego por heroísmo; sinceramente pensaba que con cuatro argumentos lícitos haría cambiar su manera de ver el mundo. No cabe decir que me equivocaba. Luego ya empiezas a hacerlo por defender a otros -sobre todo en redes sociales-, por testar la manera en la que la sociedad piensa… hasta que te rindes justo encima de lo cansado que es darse golpes con una pared que no cede a las más lógicas y humanas razones. Nada, que no hay manera.
Las razones por las que una persona puede ser homófoba, pueden ser miles, pero se resumen en una sola: educación. Al igual que nadie nace siendo racista, xenófobo o clasista, nadie nace siendo homófobo. Es adquirido, simple y llanamente. Vamos a estar de acuerdo en que cuando un ser humano crece en ciertas bases, esas bases le resultan lógicas, o al menos ese es el plan. Si todos hubiésemos nacido en una sociedad donde la homosexualidad o la bisexualidad fuese tan común como la heterosexualidad, nadie lo pondría en duda, yo no estaría escribiendo esto y tú podrías amar sin tabúes. Ahora bien, entonces, ¿tienen derecho a abanderar la homofobia en contra por no haber nacido y crecido en un supuesto de igualdad? No, porque algo que no han entendido los homófobos nunca es que su ideología es excluyente y nosotros somos inclusivos.
Quizás el gran error es pensar que somos la antítesis de la homofobia. Eso es como decir que el feminismo es lo contrario al machismo, cuando no es así. El feminismo es un neutralizado del machismo, el movimiento LGBT es neutralizado de la homofobia. Esperemos que por días como mañana, el 17 de mayo el Día Internacional Contra la Homofobia quede claro que no queremos ser el opresor por haber sido -o seguir siendo- el oprimido. No queremos adoctrinar niños, fomentar la homosexualidad, la bisexualidad o la transexualidad. No buscamos el rechazo a los heterosexuales, buscamos la convivencia, la cordialidad, el derecho a decidir y la libertad de amar y ser. “Es mi opinión y tienes que respetarla porque tengo derecho” es una frase que se queda obsoleta porque lo único que excluimos es el rechazo.[/vc_column_text]