Llegamos a esta conclusión hace tiempo. Creo que es sabido por todas que desde tiempos inmemoriales no somos el colectivo más favorecido. Seguramente porque no llevamos un lastre encima sino dos: mujer y homosexual. Si ya las mujeres hemos pasado a un segundo (tercero, cuarto) plano por el hecho de ser mujer -en la cultura, la investigación científica, en cualquier rama del arte y las humanidades…- el hecho de arrebatarnos el único motivo por el que ser mujer es cool, para y por el hombre, nos hace, ¿cómo lo diría? ¿Insignificantes? Me quedo corta.
Sí, sí, que tenemos ‘La vida de Adèle’; ‘Carol’, que sin Todd Haynes no se hubiese reeditado a Patricia Highsmith; series muy en boga como ‘Vis a vis’ o su falsa predecesora ‘Orange Is The New Black’ (mujeres delincuentes, no digo más); que estamos “hasta en la sopa» según las críticas de los jugadores de The Last Of Us 2 porque, según parece, estar en todos los sitios no es lo nuestro. ¿¡Desde cuándo!? Por lo que sabemos, cada vez que estamos, nos despeñamos de un tejado, rompemos matrimonios, somos infieles o nos reconducimos como heterosexuales para ser mucho más felices y, ahora sí, poder estar en todos los lados sin llamar la atención.
Total, que nos ponemos a pensar y nos cuadra que ese CENSORED que tenemos en la cara desde que escuchamos el clásico “es una fase, aún no sabes lo que te gusta” sea invisible para el resto, sin embargo para nosotras sea un neón iridiscente que dice: TÚ, NO, POR LESBIANA. ¿No sabes de qué te hablo? Black Panther, de Ryan Coogler, censuraron la escena que había entre dos de sus protagonistas femeninas. ‘Jurassic World: El reino caído’, de Juan Antonio Bayona, tiene un personaje lésbico (Zia) que habla de su sexualidad en guion y escena pero la omiten en montaje. Aquí, si no es una película para perpetuar el drama de lo que significa ser lesbiana hoy por hoy, no sale rentable contar nada. Por eso damos gracias a Sony por dejarnos ver Disobedience, que se ha estrenado en escasas ciudades y gracias. Ya vale.
“No te centres en la cultura cinematográfica”. Vale, voy a ir a lo más reciente que he leído ahora mismo: MADO18, el Orgullo de Madrid. ¿Jedet, Agoney, los Javis y Marina? ¿De verdad? La paridad brilla por su ausencia y la representación lésbica es, en dos sílabas, NU-LA. No os culpo si veis el Orgullo como un acto para forrar vuestras cajas fuertes con billetes de quinientos, porque sí, las mujeres somos menos rentables, ahí están las teorías de la economía rosa, pero esto se fundamenta en otra cosa que tal vez os suene lejano y arcaico: VISIBILIDAD.