Ayer me preguntaron cómo de fieles somos las lesbianas en general. No pude dar una respuesta clara por motivos obvios: “en general” agrupa demasiados perfiles que no puedo pretender descifrar por el simple hecho de compartir orientación sexual con el 10% (juraría que más) de la gente del planeta. Pensar que todas las personas de una orientación sexual comparten patrón de fidelidad es un error. No nos parecemos entre nosotras más de lo que es evidente, que somos mujeres y que nos sentimos romántica y/o sexualmente atraídas por mujeres. Generalismos, los justos. Gracias.
Como esta pregunta, otras tantas. Se tiende a seccionar la sociedad por orientación o género y es -en este siglo- casi tan absurdo como seccionarla por color de pelo o Coca Cola vs. Pepsi. No tiene razón de ser. Cómo me molesta que se siga perpetuando una norma no escrita basada en un imaginario colectivo totalmente desfasado. Ahí sigue el eco de las voces de las madres que no querían que sus hijas jugasen a fútbol porque era de lesbianas. Diré dos cosas al respecto: jamás jugué a futbol y Alex Morgan, una de las mejores delanteras del fútbol femenino está casada con un hombre. ¡Paren las rotativas!
Pero lo más molesto y rancio de todo es cómo dentro del colectivo se ayuda a mantener viva esta pseudo ciencia que no es más que un puñado de clichés llevados al límite. Y me incluyo, he de hacerlo, porque hace escasamente dos semanas le dije a una amiga que era muy bollera (y no lo es) por patinar en long board. Inaudito cómo nos atrapa la simplicidad en estado puro.
Yo nunca jugué al fútbol. Otras tantas, sí. Ni el no hacerlo te sumerge en una heterosexualidad reprimida, ni el hacerlo que lleva al camino de la homosexualidad. Pluralidad, amigas. Si hemos aprendido que no hay oficios, acciones, deportes ni ropa para un género u otro, pasa lo mismo con la orientación sexual. Ni todos los gays son peluqueros ni las lesbianas somos seguratas ni los bisexuales son cantantes de los 80. Y, por supuesto, todos los heterosexuales tienen acceso a esto sin dejar de serlo. Bueno, a todo menos a cantante de los 80, porque ya van tarde y porque ahora lo que se lleva es ser influencer.