Ada, durante su beca Erasmus en Milán, se enamoró de Elena, una italiana que, según cuenta Colau a un atónito Jorge Javier Vázquez, “me marcó mucho”. Fue una relación de dos años que se fue marchitando por la distancia.
—¿Era la primera vez que te enamorabas de una mujer? —preguntaba Jorge Javier.
—Sí.
—Y, ¿lo llevaste con naturalidad?
—Al contrario que en tu casa, en mi casa era perfectamente normal —comentaba Ada.
Vázquez se remite a varias lecturas biográficas que ha hecho sobre Ada Colau, cayendo en cuenta que en ninguna aparece este curioso -diríamos- dato. “No lo voy explicando por ahí. Ha surgido con la conversación ahora y no tengo porqué esconderlo”, defiende Ada la inexistencia de su relación con otra mujer en textos sobre ella. Querida Ada, con la que se ha montado -sin tener porqué- te aseguro que, a partir de ahora, constará.
Es, como poco, curioso que supongamos de antemano que una figura política ha de esconder relaciones “comprometidas” de su pasado -o presente- por mantener una imagen. Y digo “comprometidas” por el revuelo que se ha causado. Que una mujer jóven, educada en las más amplias miras, tenga una relación con una mujer por primera vez, explore su sexualidad, sus sentimientos y convierta de ello un bonito recuerdo, no me parece, ni de lejos, una noticia. Más que nada porque es el pan de cada día de muchas mujeres que podrían aspirar, si no lo hacen ya, a alcaldesas, concejalas, ministras e incluso presidentas.
Ada solo es un ejemplo más de la sociedad en la que vivimos y la imagen de una realidad que queremos construir: respeto, libertad y amor. Magles, desde Barcelona, le da las más sinceras gracias por poner un rostro más en la palestra de los referentes.