La Primavera y sus riesgos
La primavera es una de las cuatro estaciones que ocurren a lo largo del año. Eso lo sabemos ya sea porque lo notamos con el cambio de temperatura o porque nos lo informan en esos grandes almacenes que todos conocemos. Además de mejorar el tiempo, los árboles están más verdes, cada vez hay más flores, más horas de luz al día, los pajarillos empiezan a revolotear de dos en dos y todo parece más bonito… Pero aquí nadie habla de lo malo de la primavera.
Con la primavera nos roban una hora que ya no recuperaremos hasta el invierno, llega el polen y, con ello, el asma y las alergias. Existen más probabilidades de que te pique una avispa o una abeja… pero, sin duda, lo peor de todo es que con la llegada de la primavera llega la revolución hormonal, más complicada de llevar, entender y controlar que un joven adolescente en la edad del pavo.
Y si las mujeres ya somos difíciles de entender… ¿Os habéis parado a pensar qué le sucede a una mujer lesbiana cuando llega la primavera? ¡Correcto! Que el adolescente prepuberal puede llegar a resultar mucho más sensato y cabal que una lesbiana que se enamora en esta estación del año.
Las hormonas se revolucionan y por mucho que os empeñéis en negarlo y/o disimular, se vuelven incontrolables. Esa revolución desemboca en tonteos por doquier, flirteos a flor de piel, enamoramientos repentinos, fugaces o algunos más duraderos… E incluso los hay que acaban siendo hasta algo serio y con futuro (incierto, pero con futuro), lo que he oído que llaman relación estable.
Hay relaciones primaverales que son como la floración del Valle del Jerte, un espectáculo precioso e intenso que apenas dura 15 días. Y es que hay chicas que quieren “hacer contigo lo que la primavera hace a los cerezos”, con permiso de Neruda. Chica conoce a chica y de pronto surge una relación que resulta muy bonita e intensa pero que no llega a durar más de dos fines de semana… con la misma, si es que hay suerte. Al contrario que con el Valle del Jerte, estas “floraciones” lésbicas se dan repetidas veces durante la primavera, intensas que son ellas.
También sucede que, de repente, empiezan a brotar todo tipo de flores que hasta hace nada estaban ocultas, esperando el buen tiempo para salir. Lo mismo que en la calle, parques o locales por los que hemos estado pasando y saliendo todo el invierno. Ahora empiezas a ver chicas que no sabes de donde salen y donde han estado metidas todo este tiempo atrás…
Volviendo al símil con las relaciones, en primavera es cuando mejor y más espléndidos están los rosales, pero siempre hay quien se empeña en cortar las rosas por apreciar su belleza más de cerca y, al poco tiempo, ésta se marchita. En ciertos emparejamientos primaverales sucede lo mismo, hay quien se empeña en ir a por la chica de la que se acaba de prendar, dándolo y queriéndolo todo, sin conocerse, aventurándose, sin pensar que nada puede salir mal, porque… ¿cómo algo que surge en primavera, una época tan propicia al enamoramiento, iba a salir mal? Pues amigas, como bien dijo Ana Torroja: “quise cortar la flor
más tierna del rosal,
pensando que de amor
no me podía pinchar,
y mientras me pinchaba,
me enseño una cosa,
que una rosa
es una rosa”. Vamos que te acabas marcando un Mecano, cada una por su lado.
“
Una rosa
es un rosa, es una rosa” y lo repite para que el concepto quedara claro: que la rosa pincha y si pincha, mejor no tocarla. Que hay mujeres que duelen… Y es que hay veces que hay que saber donde te metes “porque si no sabes torear…¿para qué te metes, Manolete?”.
Si queréis remediar los estragos de la primavera y sus revoluciones hormonales y evitar el emparejamiento primaveral, poneros una venda en los ojos, o mejor aún, no salgáis de casa, no hagáis caso al whatsapp, ni os conectéis a las redes sociales, que os veo venir. Así conseguiréis evitar sonreír cuando os llegue un mensaje de quien empieza a gustaros o libraros de tener que pasar un buen rato con esa persona que parece interesante y estáis a gusto con ella o de sentir esas indigestas mariposas del estómago que os atontadan todo el día. Evitar también cualquier tipo de roce, casto o no tan casto y, sin duda, conseguiréis controlar esas hormonas que os “dicen” que se mueren por dar un beso, o varios, a la chica que hace que se te iluminen los ojos cuando la ves.
Pero si por un casual rarísimo no quisierais evitarlo y, como en las estaciones, buscas que una flor o una planta dure, todo es empezar, darle su tiempo, disfrutarla, cuidarla… Y si resulta que eres alérgica al polen tira de antihistamínicos o busca una nueva planta. Pues con las mujeres haz lo mismo: tómate tu tiempo, conócela, disfrútala, cuídala… Y que hagan lo mismo contigo, que no solo van a ser flores hermosas y bonitas rosas las demás.
Por otro lado, si eres más de ir de capullo en capullo y de flor en flor, hazlo, pero avisa antes, que hay flores que no merecen ser cortadas antes de tiempo.
En cualquier caso seas de flores de un día, de florecimientos que duran 15, de aguantar alergias o tomarte tu tiempo en cultivar, ándate con ojo con tus hormonas, que como diría Pablo Neruda: “podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”, y antes de que te des cuenta te habrás fijado en esa chica que hace que sonrías sin motivo, que la pienses sin razón y que “mueras” por ella, sin necesidad de intensidades, (o con ellas dependiendo del gusto de las consumidoras)… Y, contra eso, no hay antihistamínico que valga, más que arriesgarse y dejarse llevar como la primavera.
Texto: Claudia T.