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Un día soñé que me casaba sola

15 de octubre de 2014 | Columnas

Allí estaba yo en un escenario más bien de película americana, ¡cuánto daño ha hecho el cine, coño!

Vestida con un modelito palabra de honor blanco virgen, con mi ramo de flores diminutas del brazo de mi padre, mientras se oía un sorber de moquetes a mi alrededor.
Al subir al altar improvisado en un jardín espectacular miraba de reojo a mi madre que lloraba destrozando su maquillaje color malva de ojos.
El cura sonreía con mirada lasciva. Era clavadito a Justo Molinero y llevaba un traje gris brillante y una camisa con chorreras.
Desde arriba mire las caras de mis familiares y mis amigos, todos felicísimos, y yo pensaba: “esto no lo entiendo!, ¿dónde estaba mi churri?”.
“Nos hemos reunido aquí para unir en matrimonio a Oldri”, dijo solemnemente el cura. “Ésta boda está patrocinada por Melones Bollo”, añadió poniendo voz de radio.
Mientras el hombre hablaba de Jesús y mis amigos se arrancaban a cantar: “Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universoooooo” (la voz de mi madre se los comía a todos) estuve a punto de gritar: “¡te quiero en mi equipo!”.
Empecé a imaginar la noche de bodas y se me escapó un bostezo.
Al menos este día pasaría a la historia y yo sería inmortal, la primera lesbiana que se casaba por la iglesia, empecé a notar una lluvia de flashes y sonreí enseñando todos los dientes.
¿En el banquete habría Heineken?




 
Texto y fotos: Oldri Ruiz
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