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Activa o pasiva, ¿hace falta etiquetas entre nosotras?

10 de mayo de 2017 | Sexualidad
Activa o pasiva, ¿hace falta etiquetas entre nosotras?

Como todo en la vida, nombrar algo, calificarlo, nos hace tener una mejor conciencia de a lo que nos referimos. Lo podemos controlar porque creemos conocerlo, nos facilita la vida, se define y se limita para que no se nos vaya entre los dedos de las manos a expensas de que logremos descifrarlo. El problema es cuando los clichés y los prejuicios atacan, porque todo tiene un precio, y si quieres facilitarte la vida etiquetándolo todo, tendrás que lidiar con no tener lo que se esconde detrás.

Ha pasado tiempo desde que el colectivo lésbico se ha empezado a visibilizar. La comunicación y el flujo de información masivo nos ha hecho no solo más visibles, sino más unidas. Entre nosotras apareció la jerga lésbica, y, entre ella, una cuestión a la que todas hemos tenido que hacer frente alguna vez en la vida: ¿Activa o pasiva? Como si no hubiésemos aprendido nada de la clasificación binaria o de que en la vida no todo es blanco y negro.

Activas

La propia palabra se define en sí misma. Un axioma lésbico. Activa, según la RAE, que ‘obra o tiene la capacidad de obrar’, es decir, que es la parte en positiva de un conjunto bipolar. Por ende, y según la lógica de las etiquetas, tienen que atraerte las pasivas. Pero eso no lo es todo.

Hay muchas maneras de ganarte (si es que es digno de celebración) la insignia de activa, todo fruto de una obcecación social, claro. Si eres la alta de la pareja, o la más fuerte, o la menos femenina, o el pelo corto, o si sexualmente eres más proclive a dar que a recibir, eres activa. La educación se confundirá con la más estricta caballerosidad de dandy.

Pasivas

Ser pasiva es ser el polo inerte, el que se deja llevar, el que se deja hacer, el que dormita las horas mientras ve su relación pasar asintiendo a todo. Vale, no, pero es lo que se quiere dar a entender. Ser la femenina, la delicada, sexualmente más inactiva… un sin fin de tópicos. Tremendo error.

Traslado del mundo gay

Como ya dijeron Cam y Mitchell en Modern Family, las lesbianas y los gays no tenemos nada en común. Nosotras podemos tener amigas heterosexuales y en común con ellas tenemos el género; podemos tener amigos heterosexuales y en común con ellos tenemos el género que nos atrae; pero con los gays no compartimos ni una cosa ni la otra.

Sin embargo, hay algo que sí hemos arrastrado a nuestro núcleo, y es la definición del miembro pasivo y activo de la pareja. En el caso de los hombres, prima la cuestión física. Sin dar una clase de biología, los hombres, entre ellos, encuentran placer físico por una de las dos vías, o por las dos. Sería un desastre para ellos encontrarse con alguien que exclusivamente le gustase lo mismo y nada más. Una mera cuestión de incompatibilidad.

Las mujeres, por el contrario y dejando el tribadismo de lado, no obtenemos placer físico (que sí psicológico) cuando tocamos a otra mujer, desgraciadamente nuestras manos no tienen las terminaciones nerviosas preparadas para eso (¡lástima!). Pero así como podemos dar, podemos recibir y ¡al unísono! Por lo que la definición de activa y pasiva es un error. Realmente lo que se está intentado definir es un comportamiento que es imposible definir en dos palabras. Y, sexualmente hablando, no es más que una cuestión de líbido, de actividad sexual y concepción de las relaciones.

Heteronormatividad para todas

No es de extrañar que en parejas de mujeres se quiera determinar “quién cuida a quién”, quién tiene el poder y la dominación de la pareja. Es algo que hemos visto durante decenas de siglos. La mujer, por sí misma, parece incapaz de medirse con el mismo rasero que su compañero y, en este caso, convertimos la falta de compañero en compañera activa; el dichoso “hombre de la relación”. ¡La lógica hetero! En fin.

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