Los bollodramas son conocidos por todas. Tenemos un je ne sais quoi para las complicaciones que sino hemos entrado ya en el libro Guinness de los récords es porque no se habla lo suficiente de esto. Eso sumado a nuestra pasión para el romance y la tragicomedia, nos hemos ganado el adjetivo de intensas en mayúscula -unas más que otras, también te digo-.
Pero, ¿por qué esta fama? Son muchos los factores a tener en cuenta para responder a esta pregunta. Por todas es sabido (o al menos es una leyenda urbana muy extensa) que nos embarcamos en las relaciones demasiado rápido, que como haya química con alguna ya le juramos y perjuramos amor eterno. Y no. Intensidad level up.
Por si fuese poco, y ya que todas os sabéis el chiste, ¿qué llevan las lesbianas a su segunda cita? Las maletas. Ja-ja, aplausos, aplausos, risa. Bien, es un hecho, compartimos intimidad muy pronto. Vete tú a saber por qué; porque ambas somos mujeres y tenemos una especie de confianza extra por ello… Puede ser. Eso, sumado a lo anterior, te da como resultado una relación fugaz muy pero que muy intensa. Una montaña rusa de emociones, sensaciones y vivencias donde todo se condensa para formar unos desniveles tal que así:
Entonces, ¿somos intensas o no? ¿Tiene algo que ver que seamos lesbianas para ser intensas? ¿Todas lo somos? ¿Existe algún medidor de intensidad que pueda aclararnos esta duda?
Tenemos la certeza que, como en todo, la diversidad está presente en cada ámbito de la vida, pero que, aún así, los tópicos, las leyendas urbanas y clichés siguen siendo muy comunes entre la sociedad y entre nosotras mismas. ¿Lesbiana e intensa? No, no tiene nada que ver. ¿Lo dejamos de perpetuar?