Estaba ahondando por las profundidades de internet, deeper and deeper que diría Madonna, cuando me encontré un vídeo curioso, como poco. Sinceramente, me ha trasladado diez años más atrás cuando besé por primera vez a una mujer y no pude contener los nervios que estaba sintiendo bajo un rostro sereno. La diferencia es que las protagonistas no parecen tener ninguna duda con su orientación sexual, aunque se sumen en una profunda curiosidad amparada por la seguridad plena que les da el escudo heterosexual. Haciendo un poco de spoiler: yo creo que les ha gustado mucho.
4 mujeres heterosexuales se enfrentan a su primer beso con otra mujer, con 3 mujeres lesbianas, en concreto. ¿Cuatro para tres? Sí, una de ellas es una afortunada coleccionista de besos hetero y repite. ¡Unas tanto y otras tan poco!
Los nervios se aprecian desde el primer segundo. No diría, y es mi humilde opinión, que sean nervios prejuiciosos, sino el estado más natural al verte frente a una persona desconocida a la cual tienes que besar. Risas, miradas esquivas y finalmente el beso (o más bien los besos) que ponen punto y final al experimento.
La reacción es positiva: un beso suave y ninguna potencial diferencia entre el antes y el después.
Nos quedamos esencialmente con una frase de una de las chicas lesbianas que se han dado a este experimento: “No es lo mismo la experiencia sexual que la orientación sexual”. Y es que la experiencia puedes dilatarla hacia cualquier orientación sin renunciar a la etiqueta que te representa o, directamente, no anclarte en ninguna de las etiquetas socialmente aceptadas y reconocidas.
